Los grandes fondos de inversión internacionales ya vertieron cientos de miles de millones de euros en los mercados financieros en auge para commodities agrícolas.
Pero unos pocos inversores privados, de los más importantes, están comenzando a hacer apuestas a más largo plazo y, por ende, más arriesgadas. ¿La razón? Creen que la necesidad mundial de alimentos aumentará en forma considerable en los próximos años. Es por ello que compran tierras, fertilizantes, elevadores de granos y equipos de embarque, entre otras cosas.
Desde campos de la campiña inglesa y de Africa al Sur del Sahara, hasta plantas de etanol y biocombustibles en Brasil, pasando por espacios para almacenar granos en el Medio Oeste norteamericano, los grandes inversores institucionales, entre los que se encuentra el gigante BlackRock, están comenzando a invertir fortunas en agricultura.
Esto ocurre porque hay considerable interés en lo que los inversores llaman “estructura de posesión”, como las tierras de Canadá, Argentina o Ucrania.
Algunos piensan que estas nuevas apuestas podrían alentar la producción de alimentos en momentos en que el mundo los necesita más que nunca. Los inversores piensan introducir nuevas tecnología y aportar capital destinado a modernizar y mantener los elevadores de granos y los depósitos de fertilizantes.
Sin embargo, las consecuencias a largo plazo no están tan claras. Algunos especialistas en economía agrícola temen que estos grupos se centren en las ganancias por encima de cualquier cosa y no compartan el compromiso de la industria con el agro en los tiempos buenos y en los malos. Esto es: transferencias de recursos de una y otra parte.