La guerra comercial entre Estados Unidos y China se está haciendo notar en todas las partes del mundo. Como no podía ser de otra manera, el enfrentamiento de los dos colosos de la economía mundial está teniendo consecuencias importantes.
Europa ha visto cómo bajaban las exportaciones, principal sustento de la región desde que estallara la crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008, lo que ha provocado una desaceleración de su economía.
Las empresas asiáticas en la encrucijada
Pero el Viejo Continente no es el único que vive momentos convulsos. Las empresas asiáticas también están atravesando dificultades. Según una encuesta realizada por Coface sobre el comportamiento de pagos corporativos para Asia, el 63% de las empresas sondeadas ha experimentado retrasos en los pagos correspondientes al ejercicio de 2018. La duración de los retrasos ha superado los 88 días, 4 días más que en 2017. La encuesta ha sido realizada a más de 3.000 empresas de las siguientes regiones económicas: Australia, China, Hong Kong, India, Japón, Malasia, Singapur, Tailandia y Taiwán. Los sectores peor parados fueron los de la construcción, la energía y el de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Asimismo, los mayores retrasos se dieron en China, Malasia y Singapur.
El principal motivo que se achaca a estos retrasos –y a las solicitudes de extensión de los plazos de pago- son los problemas financieros de los clientes derivados de una competencia cada vez más fuerte y del encarecimiento de los aranceles, lo que disminuye los márgenes de beneficio de las empresas.
Los retrasos plantean un escenario bastante pesimista para el futuro de ciertas organizaciones, ya que algunos de esos retrasos entran en la categoría de ultraprolongados, que son aquellos retrasos que alcanzan los 180 días. La misma encuesta de Coface apunta que el 80% de los retrasos ultraprolongados nunca se pagan. Los impagos que superan el 2% de la facturación anual de una empresa comprometen la liquidez de la misma y son una amenaza seria para su supervivencia. Desgraciadamente, desde que estallara la guerra económica entre los Estados Unidos y China, el 38% de los impagos ultraprolongados supera el 2% del volumen anual de facturación de las empresas a las que se les adeudan esas cantidades.
¿Por qué nos encontramos en esta situación?
El 22 de marzo de 2018 el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, anunció la aplicación de arancelesque ascendían a 50 mil millones de dólares a productos procedentes de China amparándose en el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974. Trump argumentó su decisión acusando al gigante asiático de robo de la propiedad intelectual y de llevar años cometiendo prácticas desleales de comercio.
La respuesta de China no tardó en llegar e impuso aranceles a 128 productos estadounidenses entre los que se incluía la soja, una de las principales exportaciones del país americano. Desde entonces, tanto una potencia como la otra, no han parado de tomar medidas arancelarias con la idea de intimidar al rival.
El pasado mes de mayo, la administración Trump ordenó a Google que dejase de suministrar actualizaciones de Android para los teléfonos Huawei, de procedencia China.
La tensión entre los dos países, lejos de atenuarse, sigue creciendo, lo que puede tener consecuencias catastróficas para la economía mundial.