La espiral de la crisis financiera se amplía de formas nuevas y atemorizantes. Primero golpeó a Estados Unidos, dejándolo poco menos que nocaut. Luego cruzó el Atlántico y ataco a Europa, que aún trata de hacerle frente sin demasiado éxito. Ahora, apunta sus cañones hacia las economías emergentes, aquellas que hasta hace unos pocos meses eran consideradas por los economistas como la llave de salida de la próxima recesión mundial.
Se acumulan los frentes abiertos en la lucha de los máximos responsables mundiales contra esta crisis que ya dejó de ser exclusivamente financiera para pasarse sin pedir permiso a la economía real. Es muy conmovedor ver como la crisis se expande a los mercados emergentes, a países como Brasil, Rusia o Corea.
Estos países, desde la última crisis a fines de los 90, reaccionaron llenando sus arcas de euros y dólares gracias al auge de los precios de sus productos de exportación, los commodities, con la convicción de que esa acción los protegería de las contingencias futuras. Pero ese supuesto blindaje no ha durado mucho. Sin ir más lejos, Brasil ha tenido que vender 50.000 millones de dólares en 3 días –un cuarto de sus reservas monetarias- para mantener a raya la cotización del real con respecto a la moneda norteamericana.
¿Se acerca un aterrizaje forzoso de los emergentes? Con los países del grupo BRIC en problemas, es probable que el epicentro de la crisis mundial se traslade a ellos, desechando de hecho una de las pocas soluciones que había para esta crisis: que el consumo mundial siga alto gracias a la demanda de estos países. Es algo que me animo a vaticinar: la recesión vino para quedarse por un largo tiempo…